Cajón de sastre

Otro cantar

Salí de ver Los Miserables en el cine con un sentimiento de amargura. Es cierto que me emocioné en algunos momentos, especialmente con el arranque de ‘At the end of the day’, auténtico comienzo de la trama tras el prólogo y el soliloquio de Valjean. El musical es un gran espectáculo, también en esta cinematográfica versión torpe dirigida por un Tom Hooper, incapaz de salirse de su esquema de primeros planos e imposibles movimientos de cámara, cuya gran innovación son unos zooms cenitales que poco aportan a la narración. Nos han vendido como gran aporte de esta película que los actores cantan en directo, el problema es que alguno apenas canta, como pasa con Rusell Crowe.

El tema es el siguiente: habitualmente en los musicales de cine se graba la banda sonora previamente, a veces un mes o dos antes del rodaje, para luego encajar el playback. Hopper se empecina que en Los miserables se grabe la voz de los actores cantando en el mismo rodaje. Estos llevan un pinganillo invisible por donde escuchan las notas de sus canciones interpretadas en directo por un piano, y posteriormente en estudio una gran orquesta graba la música al ritmo que cada actor haya querido imprimir a sus canciones. Contado por Hugh Jackman y Anne Hathaway convence, pero el resultado termina resultando pésimo.

Es imposible realizar una buena grabación en esas condiciones, por mucho que se hayan inventado suelos que no crujan y ropajes que apenas hagan ruido. Samantha Barks, caso prácticamente único de intérprete recuperada de alguno de los múltiples montajes teatrales llevados a cabo de esta obra desde hace 27 años, tiene que cantar ‘On my own’ bajo la lluvia, lo cual inevitablemente se escucha en la grabación que se ha puesto a la venta (de momento solo con los highlights, o temas más destacados, selección bastante discutible, por otra parte). La gran idea de Hopper consigue una grabación técnicamente pobre, lo cual dificilmente compensa sus beneficios, prácticamente limitados a la libertad interpretativa de unos actores que cantan a su ritmo, concentrados en la carga drámatica de las situaciones y metidos en situación con la ayuda de la música que entra por sus oídos.

Esto vale para Anne Hathaway, que hace un ‘I dreamed a dream’ de Oscar, en un plano secuencia (o casi, no estoy seguro) que es probablemente el mayor acierto del director. En pocos casos más se justifica la técnica empleada, especialmente cuando se elije un actor que a la hora de cantar demuestra ser negado para ese arte. Escuchar cantar a Rusell Crowe es llorar, y todavía no entiendo como alguien en sus cabales puede elegir este actor para hacer el papel de Javert, uno de los grandes protagonistas de este musical. Supongo que Cameron Mackintosh, productor avispado, tragó pensando en el tirón popular del actor, probablemente con su mente pensando en un próximo montaje revival de Miss Saigon en los escenarios de Londres y Broadway, obra de los mismos autores que Los Miserables.

No quiero decir solo cosas negativas. Hopper ha conseguido quitarle ruido a este musical, reduciendo el cansancio auditivo que me produce en teatro. A pesar de eso, Los Miserables es uno de los más grandes musicales de la historia, por lo cual se le debe un respeto no demostrado al hacer cantar ‘Stars’ a Rusell Crowe. En muchos montajes de escolares (en Gran Bretaña y EEUU se hacen centenares cada año) podemos encontrar niños haciendo un Javert más creíble y, sobre todo, con mejor voz.

Y ahí va la muestra. En este ejercicio de versiones comparadas que propongo recomiendo ir de izquierda a derecha (creo que se necesita tener una cuenta gratuita de Spotify para escuchar esto). Primero escucharíamos la versión de ‘Stars’ (una de las canciones más bonitas de la función) del concierto celebración del décimo aniversario (1995), que interpreta el australiano Philip Quast. En su momento se dijo que ese era «the dream cast» (un reparto de ensueño, más o menos). Después escucharíamos la versión de la película, por un Rusell Crowe negado para la música, que encima no de la talla (el director recurre al truco de enfocarle casi siempre desde abajo para darle el perfil de poderoso temible que el actor es incapaz de transmitir por si mismo).

Siento mucho si alguno de nuestros amigos ha hecho la prueba y le ha pasado lo que a mí. Personalmente, no puedo evitar sentir ganas de llorar tras escuchar la lamentable e infecta interpretación de Crowe.

Aunque, a mi juicio, el mejor Javert es el del barítono Norm Lewis en la celebración del 25 aniversario en el O2 londinense (2010). ¡Eso sí es cantar! Por suerte, hay un vídeo en la red, con el que termino este ejercicio de versiones comparadas que necesitaba hacer desde que el día de Navidad asistí con ilusión al estreno de la fallida película de Hopper.

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David Cano es creador y editor de laGatera, fundador e impulsor de Atomible, autor del blog El Gato encerrado en telecinco.es, además de colaborar en el programa MorninGlory en Radioset y BeMad. Realiza labores de analista de social media y bloguero freelance.

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